Como periodista y amante de los viajes es casi inevitable sentirse fascinado por la genealogía. A fin y al cabo, adentrarse en esta disciplina es emprender un camino de descubrimiento al interior de las propias raíces, una ruta que nos permitirá conocer personas, hechos, vidas de quienes nos han precedido en este mundo. Un viaje singular sin estación final pero repleto de apeaderos, todos ellos fascinantes.
Búsqueda entre antepasados
Razones para sumergirse en la intrahistoria familiar hay tantas como personas. Quizás sea para satisfacer la curiosidad propia, o para averiguar qué hay de cierto en aquella «leyenda familiar» que siempre se ha contado en casa. Sea cual sea la motivación, se necesita tiempo para consultar archivos, registros y todo tipo de fuentes. Hay muchos recursos, pero ni todos nos van a dar siempre la información que esperamos, ni encontraremos siempre el camino para ir de apeadero en apeadero. La genealogía exige búsqueda a fondo, y paciencia.
Como periodista, una de mis especialidades es justamente la investigación que es, también, la pata sobre la que se sostiene la genealogía. Le dedico tiempo pero naturalmente vale la pena: poco a poco amplío el conocimiento sobre mis antepasados, pero también sobre la sociedad en la que vivieron, sobre los cambios que a lo largo de décadas y siglos se iban produciendo.
Turismo genealógico
Una de las muchas motivaciones para hacer turismo se basa justamente en la genealogía. El vínculo es claro: hemos averiguado de dónde procedían nuestros antepasados de unas ramas y otras. Quizás incluso hemos logrado saber dónde vivieron, o tuvieron una tienda, o el lugar donde estaba la fábrica donde trabajaron.
Un recorrido por pueblos y ciudades de nuestros antepasados, por plazas y calles que ellos andaron: en esto se basa el turismo genealógico, y como experto (por formación y experiencia) en el ámbito turístico, trabajo en este ámbito con clientes americanos que desean visitar sus raíces — en toda Europa.
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