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ferranporta.eu

Los Angeles, California

Como toda gran ciudad, también Los Angeles es un ejemplo indiscutible de urbe de grandes contrastes, de claroscuros que saltan a la vista paseando por sus avenidas. En su parte luminosa, excelentes ejemplos de fina arquitectura modernista. Señorial, regia incluso. Al mismo tiempo, la mirada que disfrutará con la arquitectura del cambio de siglo descubrirá un sorprendente estado de pobreza y de abandono.

Una ciudad de extremos

La luz se impone en Los Angeles, en primer lugar, por su geografía. Situada en el sur de California, hablar de estaciones del año es casi una indecencia: incluso en enero es posible salir a la calle en shorts y manga corta. Aún así no se debe olvidar una chaqueta o ropa más o menos de invierno en la época menos calurosa del año – especialmente de noche. El sur de California, sí, pero no el Caribe.

Junto al clima ilumina también la ciudad el reflejo del cristal de sus rascacielos. No son muchos. Seguramente no sería muy inteligente «nuevayorquizar» un territorio especialmente susceptible a los terremotos. Los pocos rascacielos en el downtown, eso sí, están construídos a prueba de movimientos sísmicos potentes.

Una ciudad donde disfrutar la cultura

También el arte ilumina la ciudad. Fantásticas colecciones se reparten en museos como The Broad, impulsado por el matrimonio del mismo nombre; o el MOCA, el Museo de Arte Contemporáneo, situado -como el anterior- en Grand Avenue. O el inmenso LACMA, el Los Angeles County Museum of Art, donde conviene programar por lo menos cuatro horas para visitarlo como es debido. Justo frente al museo, en la misma calle Wilshire, se exhibe un pedacito de la historia de Berlín. Diez segmentos del muro que dividió la capital alemana durante 28 años se alzan en este punto de Los Angeles.

De regreso al downtown, la calle Broadway, hermana pequeña de la homónima neoyorquina, y las calles entre la 3ª y la 7ª, conforman una trama urbana que vale la pena explorar – de día. Teatros, locales comerciales y edificios de oficinas y viviendas destartalados atrapan determinado perfil de viajero urbanita, precisamente por la belleza oculta tras su decadencia.

Una ciudad para saborear – con cierto cuidado

La parte oscura de Los Angeles se hace evidente, incluso cruel, al dirigir la mirada al nivel por donde uno camina. Mujeres y hombres arrastran sus contadas pertinencias en carros para la compra. Son mayores y jóvenes a quienes la droga, el alcohol o la combinación de ambos ha expulsado del tablero de la vida; su cabeza se perdió entre botellas y alucinógenos.

La concentración de pobreza, cuando no miseria, ha convertido esta parte del downtown de Los Angeles en una no-go area. Se puede entrar, sí, pero de día y con naturalidad, dejando en el hotel el aspecto de turista despistado.

Desde la terraza del restaurante Perch LA. © Ferran Porta

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